El peligro de las bebidas energéticas con alcohol: «Tiene un efecto parecido a mezclar con cocaína»

Chupitos con alcohol apunto de ser introducidos en un vaso con bebida energética

Bajo el efecto de los psicoestimulantes no se percibe el grado de intoxicación debido a que el cerebro neutraliza los efectos del alcohol.

Hace siete años probé por primera vez el Jagerbomb, un cóctel que se prepara introduciendo un chupito de Jägermeister (un licor de hierbas endulzado que tiene un 35% alcohol) en un vaso con la bebida energética Red Bull. Fue en un bar de Dublín con mis 18 añitos y reconozco que solo la preparación me pareció atractiva. Un rato después de consumirlo experimenté una sensación distinta a tomar una copa normal: en lugar de la somnolencia que puede causar un gin tonic, estaba más despierto, más eufórico y con ganas de seguir bebiendo.

¿Cómo preparar un Jagerbomb?

Este combinado, y cualquier otra mezcla de licores y bebidas energizantes, produce «un efecto parecido al que sucede cuando la gente consume cocaína y alcohol o anfetaminas y alcohol», explica Josep Guardia, vicepresidente de la Sociedad Científica Española de Estudios sobre el Alcohol, el Alcoholismo y otras Toxicomanías (Socidrogalcohol), a EL ESPAÑOL.

En concreto, una taza de café puede contener entre 50 y 75 miligramos de cafeína, una cantidad parecida a la que tienen los refrescos de cola (que se encuentra limitada por ley). «Pero las bebidas energizantes tienen mucha más cafeína, pueden tener el doble o el tiple«, explica este médico que también es consultor de psiquiatría en la Unidad de Conductas Adictivas del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (Barcelona).

Lo que sucede cuando una persona «toma varias consumiciones alcohólicas y no toma cafeína, cocaína o anfetaminas (tres tipos de psicoestimulantes), es que llega un momento en que está suficientemente intoxicado y deja de beber. Sin embargo, bajo el efecto de los psicoestimulantes lo que pasa es que el cerebro no percibe el grado de intoxicación ya que el psicoestimulante activa el cerebro y parece que neutraliza los efectos del alcohol», relata Guardia.

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«La persona, efectivamente, está intoxicada y va tener las mismas alteraciones del comportamiento que una persona intoxicada por el alcohol, pero subjetivamente no lo percibe como tal y sigue bebiendo». «Al seguir bebiendo acaba ingiriendo una cantidad mayor de alcohol, de manera que si la persona hubiese parado a las seis consumiciones, por decir algo, en una noche se puede tomar 12 o 24″, explica. Los americanos denominan a este estado el borracho despierto.

Concretamente, consumir bebidas energizantes -y el sobreconsumo que se puede dar inconscientemente al tomarlas con alcohol- produce alteraciones corporales como un cambio en el ritmo cardíaco: «Si la persona tiene una cardiopatía subyacente, de la cual no era conocedor, le puede llegar a producir una arritmia ventricular, una parada cardíaca e incluso la muerte», explica el médico.

Desde el punto de vista conductual el vicepresidente de Socidrogalcohol explica que «se altera gravemente el comportamiento, de tal manera que la persona intoxicada por el alcohol y que ha bebido más porque ha tomado una bebida energética, tiene más riesgo de caídas, accidentes de tráfico, violencia, peleas, agresiones, conductas sexuales de riesgo e incluso lanzar su agresividad contra uno mismo con una conducta autolesiva, llegando incluso a intentar suicidarse».

De hecho, un estudio de la Universidad de Purdue (Indiana) publicado en la revista Drug and Alcohol Dependence señala que la mezcla de bebidas espirituosas y energizantes puede ser tan perjudicial como consumir cocaína. Los investigadores pusieron a prueba su teoría con ratones adolescentes y observaron una similitud preocupante: su cerebro se comportaba como el de alguien que había consumido estupefacientes de tipo A (como puede ser el psicoestimulante mencionado).

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Además, Guardia apunta como uno de los grandes problemas de España es el consumo de drogas, que también va asociado a la ingesta de alcohol: «En estos momentos el problema de la cocaína y los porros está muy extendido y va casi siempre con bebidas alcohólicas. En otros países va por separado, como en Holanda donde en un coffe shop se puede consumir marihuana o hachís, pero no se vende alcohol, ni se permite entrar con este».

«Los psicoestimulantes pisan el acelerador de los instintos sexuales y agresivos. Mientras que el alcohol levanta el pie del freno y produce desinhibición de estos mismo impulsos instintivos. Con lo cual, si quitamos el pie del freno y pisamos el acelerador nos vamos a estrellar seguro», sentencia el vicepresidente de Socidrogalcohol. Además, el especialista señala que «estados de intoxicación etílica y cocaína o bebidas energética y alcohol pueden estar detrás de crímenes sexuales y violencia contra la pareja».