Estonia vota con la mirada en el auge ultranacionalista y anti Unión Europea

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Las encuestas dan el tercer puesto, con el 17% de los votos, a los populistas de EKRE, un partido con ideales homófobos, xenófobos y eurófobos

El auge del populismo de ultraderecha ha tocado también a Estonia. El pequeño país báltico, de 1,3 millones de habitantes, celebra elecciones parlamentarias este domingo en relativa calma. Los dos principales partidos: Centro (del primer ministro liberal, Jüri Ratas) y Reforma (principal partido de la oposición) lideran la tabla con el 24% y el 27% de intención de voto respectivamente. Pero la fuerte irrupción de los populistas ultras de EKRE —que, según los últimos sondeos, pasarían del 8,1% en 2015 a cosechar un 17% en estos comicios— mantiene en alerta a buena parte de la clase política, pese a que ya han avanzado que nadie pactará con ellos.

“Los dos grandes partidos ya han dicho que no negociarán con EKRE para formar un Gobierno”, asegura Mart Nutt , diputado de Pro Patria (conservador), partido en el Ejecutivo de coalición de Ratas junto a Centro y Socialdemócratas, quienes están en caída libre en línea con sus socios en otros países de la UE. Muchos sostienen ya que lo más razonable en este escenario sería una Gran Coalición de los dos grandes partidos, ambos socios de partido (ALDE, liberales) en el Parlamento Europeo. «Creo que desde la perspectiva de Centro lo más fácil será formar un Gobierno con Reforma. Sería una coalición estable. Si hay una coalición de pequeños partidos, será muy difícil de manejar», sostiene Georgi Beltadze, del diario decano estonio y de tirada en los bálticos Postimees.

Pero pese a esa contención de la ciudadanía, impregnada en el carácter estonio, todas las miradas estarán puestas en EKRE. El Partido Popular Conservador Estonio podría ocupar un potente tercer lugar pasando del 8,1% de los votos en 2015 —siete diputados en un Riigikogu (Parlamento) de 101 escaños— a rozar el 20%, según las encuestas más optimistas. “El auge de partidos populistas, independientemente de su inclinación ideológica, supone un desafío para las democracias liberales. Introducen una tensión en el juego político que genera incertidumbre”, explica por correo electrónico Ricardo Lenoir-Grand Pons, doctorando y profesor adjunto de la Universidad Carlos III de Madrid, y experto en los países bálticos.

Eurófobo, homófobo y xenófobo, EKRE, liderado por Mart y Martin Helme, padre e hijo respectivamente, defiende la “supremacía” de la soberanía de los pueblos de Estonia “sobre las instituciones supranacionales”, según su manifiesto. Y si fuera necesario, continúa, someterán a un referéndum la pertenencia de Estonia a la UE (han sido los primeros en mencionar un Estexit). Se trata de algo extraño en un país que ha encontrado tanto en la OTAN como en la UE un paraguas de seguridad frente a Rusia.

Los populistas, como en todos los países de la UE y también en Estados Unidos, están utilizando la inmigración para ganar el voto de la gente. “Estamos observando las políticas de inmigración de los países de Europa occidental como un elemento disuasivo. Nuestra situación demográfica no permite ninguna nueva inmigración masiva en nuestros países”, continúa. La realidad es que sólo 50 migrantes (principalmente de Ucrania, Egipto y Bangladés) solicitaron el asilo en Estonia el año pasado, según Eurostat. Y en cuanto a la situación demográfica, Estonia pierde población de una manera sostenida durante los últimos 20 años, según Index Mundi, lo que choca con sus tesis ultranacionalistas. La tasa de desempleo está por debajo del 5%, y se espera un crecimiento del 2.7% este año, tras el 3.9% de 2018, según France Presse (Afp).

Muchos acusan a EKRE de no tener ideología más allá de ir en contra de todo. “Su xenofobia y eurofobia es sólo una máscara a los problemas”, explica la candidata a primera ministra de Estonia 200, Kristina Kallas, otro partido-protesta que coincide en el dignóstico de los problemas del país con EKRE, pero dice disentir en las soluciones. “La gente con ingresos bajos no se ha recuperado de la crisis. Y es culpa de los conservadores y socialistas el hecho de que Marine Le Pen crezca, o que EKRE crezca”, dice una enfadadísima Kallas.

EKRE quiere bajar todos los impuestos y mejorar los servicios públicos para los estonios. Aseguran, según su manifiesto, que cada ciudadano ahorrará “1.000 euros mensuales”, pero no dicen cómo. Prometen pagar el 25% de la hipoteca de una casa de una pareja —formada solo por hombre y mujer— cuando tengan su primer hijo. Y hasta proponen dar a los jóvenes una entrada gratis al año para asistir al teatro o a un concierto.

Los votantes de EKRE son, en su mayoría, hombres de mediana edad y jóvenes que votan por primera vez, según fuentes del Ejecutivo. No existe un bastión de EKRE como el Norte de Francia, hogar de los Le Pen, o el Este alemán (antigua RDA) para AfD, aunque sí parece claro que el voto viene de las zonas rurales con ingresos más bajos.

A pesar de ser el día señalado para acudir a las urnas, la sensación en Tallin, la capital, es de completa calma. No hay ni pancartas, ni pósters electorales que cuelguen de las farolas. Lo único que mueve el intenso y gélido viento del mar Báltico son las omnipresentes banderas a rayas azules, negras y blancas —representan el cielo, el bosque y la nieve— del país que hace 100 años se independizó del imperio ruso. Quizás influye el hecho de que casi un tercio del censo ya haya depositado su voto por internet.

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