Tórtola común, el ave de la discordia

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Especie cinegética

Tiene un vuelo eléctrico, en el que alterna rápidos aleteos con cortos planeos

La tórtola común o europea (Streptopelia turtur) es un ave migratoria de la familia de las palomas, que llega procedente de África a la Península Ibérica habitualmente a principios de abril y que se extiende por el centro sur europeo para criar, abandonando estos cuarteles de verano con los primeros fríos de septiembre, momento en el que regresa al continente africano para pasar el invierno. Estas migraciones suele realizarlas al contrario que las palomas, en pequeños bandos y de noche.

Es un ave de carácter solitario y territorial, y ocupa gran variedad de hábitats, como pequeños bosquetes, chaparrales no muy densos, olivares, vegas fluviales y campos de monte mediterráneo, siempre cerca de algún punto de agua. Su alimentación es fundamentalmente vegetal, compuesta de brotes tiernos y derivados agrícolas, principalmente pipas de girasol, aunque se ha demostrado que el consumo de semillas silvestres tiene gran importancia en su dieta.

Al establecerse en sus territorios de cría realiza movimientos diarios del dormidero a bebederos, comederos y viceversa, atravesando pasos más o menos fijos que servirán en media veda para colocar los puestos para su caza.

En contraste con el torpe vuelo de su pariente exótico y sedentario, la tórtola turca (Streptopelia decaocto), la europea tiene un vuelo eléctrico, en el que alterna rápidos aleteos con cortos planeos, que realiza cerca del suelo, un vuelo rápido y quebrado muy del gusto del cazador de pluma en puesto fijo, por la dificultad de su tiro.

Como cualquier migratoria, el punto de incertidumbre que rodea a la tórtola la hace ser muy valorada para el cazador naturalista. La incógnita sobre sus rutas migratorias y sus cuarteles de invierno es una circunstancia que aumenta su atractivo. Recientes estudios realizados en Inglaterra, país que ve más acusadamente menguar sus poblaciones de tórtola, han desvelado algunos periplos de ejemplares que han recorrido casi 6.000 kilómetros hasta Mali y Senegal, unos de los destinos más importantes.

Si bien a nivel global son estables, las poblaciones de tórtola que crían en la Península, al igual que la mayoría de especies granívoras ligadas a nuestros medios agrícolas, están en regresión. Las causas son varias, desde la destrucción de su hábitat, el uso de productos insecticidas, biocidas, herbicidas y otros tratamientos agrícolas, hasta la competencia con la tórtola turca, la predación, la caza indiscriminada en muchas zonas o la apertura temprana de la media veda.

La tórtola es además en el plato un bocado exclusivo, efímero en temporada y delicioso, preferentemente las que se cazan justo antes de su vuelta a África, con su carne y grasas intactas.

La preocupación por mantener España entre los cuarteles de cría de la tórtola ha llevado a proponer distintas medidas de conservación, como una controvertida moratoria de su caza.

Población peninsular de cría en descenso

En julio de 2017 se solicitó a la ministra de Medio Ambiente de entonces una moratoria de la caza de la tórtola, que se incluyó también en el Plan de Acción aprobado en el Convenio de Especies Migratorias de la Unión Europea en 2018.

La postura española y la de otros Estados miembros ha sido la de oponerse a la eliminación total de su caza, al entender que la alimentación suplementaria que aportan los gestores de los cotos de caza es beneficiosa y que la prohibición conllevaría la eliminación de esas prácticas que favorecen la cría de la especie, que se calcula que llega a doblar el éxito reproductor en un 50 por ciento. Lo que sí se ha aprobado es una disminución de la presión cinegética mediante la reducción de días de caza y cupos. Es decir, por un lado, el abandono del manejo adecuado de los cotos podría agravar la situación, antes que solucionarla. Por otro, una elevada presión cinegética empeoraría su delicado estado.

Hay muchos ejemplos que demuestran que la prohibición de la caza de una especie no ha producido un aumento de sus poblaciones (como es el caso del urogallo o la perdiz pardilla). Además, cuando este tipo de vedas puntuales se han establecido, el retorno de la especie en cuestión a la lista de especies cazables nunca se produce (podría ponerse como ejemplo el caso de las anátidas en la Comunidad de Madrid, o el caso de Castilla-La Mancha que prohibe la caza del Porrón Común o la agachadiza, no se entiende por qué motivos), y esto hace desconfiar al colectivo cinegético.

El primer paso para solucionar el problema pasa por entenderlo bien, por lo que fomentar los estudios científicos es fundamental. También tomar medidas de sensibilización y comunicación acerca de las conclusiones. Mientras, habrá que seguir intentando mejorar las condiciones medioambientales para la cría de la especie y moderar la presión.

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